El viernes 23 de octubre, los alumnos y
maestros de 3º de nuestro colegio, hicimos una visita al Pozu San Luis, en La Nueva (Langreo), tal vez el
conjunto de arqueología minera mejor conservado de Asturias.
Para quien como nosotros no es ajeno al
tema minero, fue un día estupendo, donde pudimos profundizar en algo que nos
resulta familiar, y nunca mejor dicho.
Creo que no hay ninguno entre nosotros que no tenga a alguien de la familia,
con parentesco más o menos cercano que no haya trabajado en la mina y por tanto
nos haya hablado de ella.
Si tenemos en cuenta, por otra parte que en
Pola de Laviana permanece en funcionamiento uno de los pozos-el Pozu Carrio-
que contribuyó a dar nombre a la comarca
(Cuenca minera del Nalón) y aún lo sigue haciendo, no es demasiado exagerado
hablar de carbón en las venas para referirnos a nuestra historia reciente.
Como habíamos preparado la visita en el
aula, nada del vocabulario minero que pudimos oír, nos resultó desconocido.
Hicimos el viaje en autobús y resultó todo
muy bien.
Lo primero que hicimos cuando legamos fue
recoger la entrada en la
Estación de El Cadavíu, donde observamos las fotografías de
la minería de otro tiempo, así como las herramientas que tienen expuestas.
Luego cogimos el famoso tren minero que ya
nos fue adentrando en el mundo de la mina y lo minero: paisajes, ruidos,
olores…, para seguir el recorrido por la galería, con sus filtraciones de agua
(los pingones), sus capas de carbón, las vías de las vagonetas y por último
coger la jaula y salir al exterior.
Una vez allí, delante del castillete, la
guía nos fue desgranando la función de cada elemento del núcleo minero, que
pudimos completar con la visita al interior de la sala de máquinas, edificio
contiguo de belleza innegable que sorprende tratándose de arquitectura
industrial.
Completamos la visita con la lampistería,
la casa de aseos y el lugar de las oficinas, tratando de imaginar una fila
enorme de mineros yendo a cobrar su paga semanal.
El resto del tiempo en el Ecomuseo lo
dedicamos a comer nuestro bocadillo, a comprar el helado de turno y a visitar,
ya cada grupo con su tutor, las casas de oficios anexas: la enfermería, la
carpintería, la fragua y el cobertizo donde se guardan las antiguas máquinas de
vapor.
Era como si el tiempo estuviera detenido y
nosotros fuéramos los encargados de darle vida y sentido. Aquella mañana fuimos
mineros por un día. Tal vez por eso, nos sea permitido recordar aquí aquellos
versos imperecederos de Rafael Alberti:
“De la mina salgo,
amigo,
De la mina
compañero.
Soy minero,
barrenero
Ven conmigo.”
Y
ya sin más, regresamos a casa con la sensación de que había sido un buen día,
una experiencia inolvidable.
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